No es casualidad que todas las psicólogas que conformamos el equipo de Pensaments seamos profesionales con formación específica en Terapia cognitivo conductual. Se trata de una reconocida técnica que actúa sobre las dos esencias del ser humano, el pensamiento (terapia cognitiva) y el comportamiento (terapia conductual).
Si te paras a pensarlo, cualquier problema psicológico tiene dos vertientes. Una expresión objetiva, que incide sobre la realidad de la persona que la sufre y que se puede contrastar fácilmente. Y una segunda cara, está más subjetiva, que afecta al plano mental y se traduce en términos emocionales. La Terapia cognitivo conductual resulta tan efectiva, precisamente, porque interviene en ambos planos.
Pero, además, entre los profesionales solemos referirnos a ella como la “Terapia de la Conversación”. La palabra, el instrumento más valioso y exclusivo con el que contamos las personas, es la herramienta con la que se trabaja en las sesiones de TCC. Y es tan poderosa que puede ayudarte a cambiar la forma en que piensas y la manera en que actúas ante una circunstancia. El resultado de esta transformación no puede ser más positivo, ¡consigues sentirte mejor!
Una de las cualidades de la Terapia cognitivo conductual es la rapidez con la que comienzas a apreciar los cambios. Evidentemente, nunca es recomendable acudir al psicólogo con limitaciones temporales, con prisas que solo hacen que presionarte y frenar tu evolución. No hay que olvidar que cada paciente es único y su proceso de avance tiene su propio ritmo. Sin embargo, es razonable que quieras comenzar a sentirte mejor cuanto antes. Con la Terapia cognitivo conductual, lo cierto es que esas primeras sensaciones positivas se aprecian de manera casi inmediata.
La explicación de esa inminente eficacia es más que lógica. Porque desde el minuto cero, todos los esfuerzos terapéuticos se centran en las dificultades del presente, en tu aquí y ahora. No hay una búsqueda de las raíces o las causas pasadas que pueden estar en el origen del problema. Indagar en el ayer puede acabar dispersando el foco de atención. Y suele ser ineficaz, porque no siempre existe ese binomio directo entre causa/disfunción cuando hablamos de trastornos psicológicos.
Con la Terapia cognitivo conductual, además, se parcelan los conflictos. No hay nada más paralizante que los pensamientos absolutos del tipo “soy un desastre, todo lo hago mal”, “mi vida es un fracaso, no he alcanzado ninguno de mis sueños” o “no tengo ninguna cualidad especial”. De ahí que resulte tan práctico y eficaz centrarnos en identificar qué te ocurre en un momento concreto y cómo se puede transformar esa percepción, para que puedas afrontarla y reaccionar de manera distinta a la que lo hacías.
A menudo, las terapias psicológicas se enfrentan a una dificultad añadida que no existe en otras disciplinas de la salud. ¿Cómo obtener datos objetivos que demuestren su eficacia? La Terapia cognitivo conductual marca, también en este aspecto, una diferencia con el resto de los abordajes psicoterapéuticos. Porque permite aplicar el método científico para avalar sus resultados.
Con la Terapia cognitivo conductual se han realizado observaciones empíricas estudiando numerosos grupos de pacientes, en los que se ha contrastado su alto nivel de mejoría con la TCC frente a los sometidos a programas placebo o los que se han quedado sin tratar. Ningún medicamento o intervención terapéutica alcanza el 100% de efectividad, tampoco la Terapia cognitivo conductual. Sin embargo, los porcentajes de mejoría demostrados son notablemente elevados.
Esta constatación científica sobre el éxito de la TCC es posible gracias a dos factores. Por un lado, porque es una terapia que se fija unos objetivos concretos y, por otra, porque son medibles. Dejar de fumar, perder el miedo a volar o superar el insomnio son algunos de los problemas que se resuelven con el método cognitivo-conductual y en los que es fácil determinar si ha funcionado la terapia.
El ámbito de aplicación de la Terapia cognitivo conductual es extraordinariamente amplio. Por supuesto, es eficaz como tratamiento para cualquiera de la dos pandemias de la salud mental de nuestro tiempo: la ansiedad y la depresión. Dos patologías tan extendidas que la OMS se refiere a ellas bajo la categoría de trastornos mentales comunes, causantes de más del 10% de las discapacidades de origen mental que se dan en el planeta.
Con estas cifras, se entiende que solo los buenos resultados conseguidos con la Terapia cognitivo conductual para la ansiedad y la depresión justifiquen la extraordinaria aceptación de esta terapia. Pero, además hay que añadir la misma eficacia en el tratamiento de:
La ansiedad es la enfermedad mental con mayor incidencia en todo el planeta y sus cifras no hacen más que dispararse de un año respecto al siguiente. Se calcula que en torno a un 25% de la población sufrirá alguna variante de ansiedad en un momento de su vida. Dadas las dimensiones de este problema mental, la demostrada eficacia de la Terapia cognitivo conductual para la ansiedad se ha convertido en uno de los más potentes argumentos a su favor.
Pero, ¿por qué es tan útil la Terapia cognitivo conductual para la ansiedad? Pues, entre otras razones por las cuales permite un proceso de exposición al estímulo muy personalizado y que puede graduarse según la evolución de cada paciente. Con un ejemplo es más sencillo entenderlo.
Aprender a nadar es una de las acciones más eficaces para perder el miedo al agua. Puedes ir poco a poco avanzando en tus clases o tirarte de golpe a la piscina sin tener ni idea. Probablemente, si optas por lo segundo, el impacto será tan intenso que hará aumentar tu temor, el miedo pasará a ser pánico. La Terapia cognitivo conductual para la ansiedad te propone un acercamiento progresivo:
Como hemos señalado antes, la Terapia cognitivo conductual trabaja parcelando los problemas, mostrándote cómo identificar tus patrones de pensamiento para poder cambiarlos y, posteriormente, modificar la forma en la que actúas en esas situaciones. Eso no quiere decir que restemos importancia o minimicemos tu sufrimiento, solo vamos a simplificarlo porque es la manera más práctica de poder abordarlo.
Se puede resumir este asunto de la Terapia cognitivo conductual pensando que es un ejercicio de reflexión personal, una manera de alentar el espíritu crítico de cada individuo. Con un principio que es esencial, es el paciente quien toma todas las decisiones, entre otras, qué áreas conflictivas quieres abordar una vez que se han identificado los problemas.
Y es que, básicamente, la Terapia cognitivo conductual se plantea como un entrenamiento que te enseña a reconocer tus pensamientos y los mecanismos que desencadenan, desembocando todo ello en esos conflictos que te hacen sentir mal. Al final, el esquema de conducta humano es muy simple, se asienta en cuatro pilares (pensamientos, emociones, sensaciones físicas y comportamientos), todos interrelacionados entre ellos y con capacidad de afectarse unos a otros.
De ahí que, la Terapia cognitivo conductual no sea solo un mecanismo para trabajar el plano mental (técnica de desensibilización). Igual de esencial es enseñarte habilidades (técnicas para la resolución de problemas o de relajación) con las que poder controlar las reacciones físicas que sientes o para manejarte y tomar el control de tu conducta en las situaciones conflictivas.
Hablar de Terapia cognitivo conductual y técnicas es, ya hemos dicho, descubrir la importancia de saber cuestionarte esas categorías mentales que condicionan tu forma de vivir. Los factores que pueden estar limitando tu evolución personal descansan en detalles tan simples como la manera en la que te aplicas a ti mismo el concepto de “fracaso”.
Como terapeutas, nuestra función no es la de actuar como guías espirituales. El nuestro es más un papel de arbitraje o de mediadores en tu proceso de diálogo interno. Se trata de mostrarte la importancia de cuestionarte y preguntarte sobre el mecanismo de tus propios pensamientos.
Las sesiones de Terapia cognitivo conductual pueden ser individuales o en grupo. Actualmente, cada vez es más frecuente realizar consultas online, en lugar de presenciales. En todos los casos suelen desarrollarse siguiendo un esquema básico:
Lejos de ser una técnica compleja, la Terapia cognitivo conductual se basa en ejercicios sencillos, en los que se visualizan situaciones muy comunes. Ya hemos señalado que cada sesión suele girar sobre un tema acordado previamente. Este es el mecanismo habitual de desarrollo de una sesión:
Toda esta parte es de carácter muy teórico. Por eso, no se puede entender la Terapia cognitivo conductual sin ejercicios. No se trata de ponerte unos “deberes” como cuando ibas al colegio. Pero sí, saldrás en más de una ocasión de la consulta con la tarea de llevar a la práctica todos esos cambios analizados en la sesión de TCC. ¡La puesta en común de estas experiencias será el inicio de nuestro próximo encuentro!
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