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Las relaciones personales juegan un papel determinante en nuestra vida. Tanto que, hábitos como el de la generosidad pueden cambiarte la vida. Sí, el altruismo no solo hace feliz a quien lo recibe, también a quién lo practica. Te damos las claves para que descubras todo lo que vas a ganar si te desprendes de tu egoísmo, al menos en parte.
¿Qué es la generosidad?
La cultura popular, la filosofía, las distintas religiones o personalidades tan dispares como el Dalai Lama o la Madre Teresa de Calcuta promueven un principio común. Todos están de acuerdo en que animarnos a ser generosos, porque dar a los demás solo reportan beneficios, a quien lo hace y a quien lo recibe. Incluso, tú mismo lo habrás comprobado en primera persona, por ejemplo, cuando haces un regalo y ves la alegría con la que se abre.
Pero, ¿la generosidad solo se refiere a lo material? Ni mucho menos. Ser generoso es dar y compartir con los demás sin esperar nada a cambio. Hay matices al hablar de generosidad que son muy importantes. Por un lado, es imprescindible que se haga voluntariamente y sin ningún tipo de contraprestación. Y, por supuesto, no se trata de dar lo que te sobra, sino lo que la otra persona necesita.
Hablamos de generosidad cuando:
Ser generoso te ayuda a ser más feliz
Tal y como está planteada nuestra sociedad, parece que la generosidad no tiene cabida. ¿Qué sentido tiene hacer algo que no me va a reportar ningún beneficio? Sin embargo, incluso desde esta perspectiva más interesada, te conviene ser generoso porque contribuye a tu felicidad.
No es una frase hecha, ni un pensamiento bienintencionado en abstracto. Hay experimentos científicos que han comprobado los efectos positivos de la generosidad en tu estado anímico. En concreto, un estudio de una universidad alemana, publicado en la prestigiosa revista Nature Communications. Los investigadores comprobaron, mediante resonancias magnéticas, que la generosidad activa las áreas del cerebro relacionadas con la felicidad.
Más allá de estas investigaciones, la generosidad nos aporta muchos beneficios. Entre algunos de los más destacados:
Una generosidad de ida y vuelta
Es normal que, llegados a este punto, te puedas preguntar por qué no se practica más la generosidad, si es tan beneficiosa. En gran medida, tiene que ver con una emoción tan básica como el miedo. Nos frena la idea de tratar con desconocidos. Por eso, es un excelente comienzo ver esas relaciones como una oportunidad de crecimiento y de aprendizaje, en lugar de desconfiar de aquello que no conocemos.
En esta misma línea, ayuda la idea de ver la generosidad como un proceso en dos direcciones. No se puede ser generoso si le impides al otro ser generoso. No pretendemos liarte con un galimatías. Se trata de aprender, también, a recibir como parte de la generosidad.
No puede ser que te ocupes y preocupes por el bienestar de otras personas, pero cuando eres tú quien lo pasa mal, te aísles y no permitas a nadie que te preste su apoyo. Entre otras razones, este equilibrio impide que surja una cierta sensación de injusticia. Llevar la generosidad al extremo puede provocar, con el tiempo, pensamientos del tipo “doy mucho y no recibo nada”. Si aceptas la generosidad de otros y permites que te muestren su agradecimiento, todo el mundo sale beneficiado.
En Pensaments te animamos a practicar la generosidad con naturalidad, como parte de tu actividad cotidiana. No hace falta que protagonices grandes gestas, la clave está en los pequeños detalles. En nuestra consulta psicológica podemos profundizar sobre este y otros cambios en tus hábitos sociales que revierten en tu propia felicidad.
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